Nos cuesta a todos
La inestabilidad política que vive el país desde hace seis años ha estado teniendo serios costos económicos. Esos costos se han exa- cerbado desde que se inició el Gobierno del ahora vacado Pedro Castillo –el Congreso y sus leyes populistas también han estado ju- gando en contra–. La perspectiva de la econo- mía peruana se ha deteriorado, ante la inepti- tud de la mayoría de funcionarios que entra- ron a la administración pública en esos 16 meses de descalabro, carentes de experiencia profesional y, en muchos casos, con cuestionables antecedentes personales. Las protestas violentas que se iniciaron en varios departamentos ni bien juramentó la presidenta Dina Boluarte, están acelerando la acumulación de esos costos, y los principales afectados son los peruanos de a pie: el »pueblo» al que Castillo y su gente clama- ban representar y defender. Desde los pasaje- ros que quedaron varados en buses debido a la toma de carreteras –entre ellos profesores que el fin de semana acudieron a rendir exá- menes, convocados por el Minedu–, hasta los pequeños agricultores que están viendo cómo su producción se pudre en el camino, pasando por las familias en las ciudades, que ante el desabastecimiento de artículos de primera necesidad tendrán que afrontar un nuevo au- mento de sus precios. También se prevé esca- sez de combustibles en las zonas afectadas por los demanes. Y si durante el Gobierno de Castillo se hostigó sin descanso a la empresa privada, los protestantes han tomado la posta. Han incen- diado instalaciones y equipos en varias ciuda- des, tomaron aeropuertos y amenazaron a pe- queños comerciales para que se sumen a las marchas y a las agroindustriales con ingresar a sus plantas –un número de ellas ha optado por no operar estos días–. Las empresas mi- neras, que han figurado entre las más perjudi- cadas los últimos 16 meses con tomas y a pa- ralizaciones forzadas, se hallan en alerta. Tam- poco han faltado agresiones a personas que nada tienen que ver y solo quieren trabajar.