La selección y el Gobierno
“La grandeza de ser unidos” es la frase que está escrita en el bus que traslada a la selección peruana. Está claro que cuando se trata de la blanquirroja, el país se une, en una clara demostración de que si todos remamos hacia una meta en común se cumplirá el objetivo. Todo se inicia desde el liderazgo de Ricardo Gareca, quien transformó una lista de nombres en el que cada uno trabajaba a su manera, desconectados para exhibirse por su cuenta y con tendencia a ser vedettes, en un equipo asociado, solidario y colaborador. Hoy por hoy, ante la ausencia de un elemento de identificación, la selección ha ocupado ese lugar. Además, activa la unidad nacional.
Lo contrario sucede en el Gobierno, que ha devenido en un grupo de personajes con intereses disímiles y a veces mutuamente hostiles. Esto se ha puesto de manifiesto hace poco con las renuncias de la presidenta del Consejo de Ministros y buena parte del gabinete, que ha generado una nueva crisis en el Ejecutivo. Para colmo no hay nadie que enderece el rumbo. No hay un líder al que agarrarse en los momentos complicados. A partir de allí, la gente ha sentido defraudadas sus expectativas y eso genera una presión brutal contra el presidente Pedro Castillo.
“Hay una guerra permanente entre los asesores del jefe de Estado a tal punto que ha conllevado a la formación de camarillas y gabinetes en la sombra”, denunció Guillén. En tanto, la única respuesta de Castillo es el silencio, demostrando no solo su inoperancia sino también su alejamiento de los reales intereses del país y su cercanía con el lado oscuro del poder. Así, no hay esperanzas que los problemas del Perú sean atendidos con seriedad, coherencia y voluntad de unidad.