RELIGIÓN Y POLÍTICA
La participación de representantes religiosos en la vida política peruana ha evolucionado con los años. En la época republicana había una notoria presencia de la Iglesia católica, al punto de que en el Congreso Constituyente de 1822 hubo varios sacerdotes, y su primer presidente fue monseñor Francisco Javier de Luna Pizarro.
Más de 130 años después, en 1956, fue elegido el primer diputado evangélico, José Ferreira García. Ahora, ambas religiones dejaron atrás el enfrentamiento por la cuestión doctrinaria, para crear alianzas, tanto entre sectores conservadores, como progresistas. Un claro ejemplo es la candidatura de Rafael López Aliaga a la presidencia, por Renovación Nacional. Miembro del Opus Dei, su postura sobre la eutanasia, el aborto y la igualdad de género coincide con el pensamiento más tradicionalista del sector evangélico.
Así lo muestran frases como “Si se quiere matar, que se tire de un edificio, pero que no comprometa al Estado”, o decirle a una niña violada “9 meses te pongo en un hotel cinco estrellas, con piscina, alimentación y todo, y decides si quieres quedarte con tu bebé o lo das en adopción”, entre otras. Dichos como esos lo ubican ahora entre los aspirantes presidenciales que pelean el segundo lugar. Pero la pregunta es, ¿a quién representa realmente?
Tres investigadores sobre religión y política en el país coinciden en que López Aliaga no solo personifica la postura del sector conservador de la Iglesia católica y congregaciones evangélicas, sino también de personas sin vínculos religiosos, pero con ideas ultratradicionales. El historiador y profesor de la Universidad de Ciencias Aplicadas Juan Fonseca señala que los grupos evangélicos consolidan un discurso teológico político, por el que su misión ya no es solo evangelizar, sino hacer transformaciones en la política.
“Lo asumen como un llamado de Dios, y esos cambios implican detener lo que consideran una amenaza cultural, como lo que llaman ideología de género, en el que meten de todo, cuestiones de sexualidad, derechos de la mujer. Todo aquello que les suena a globalización, derechos o aceptación de las diversidades es para ellos una amenaza”, refiere.